
Bienvenidos a un nuevo retal. Una entrada más en este blog que no pretende, ni pretenderá jamás, hacer de guía ni recomendar nada.
De lo contrario, deberíamos empezar por situar Lyon en un mapa, hacer una lista de hoteles y restaurantes, recomendar una visita a la catedral, un vistazo a sus murales, a la Ópera, el Teatro y el Odeón.

Estaríamos lejos, en ese caso, de transmitir nuestra realidad.
Lyon es, para nosotros, digamos que un lugar que llevamos dentro, donde hace cinco años Luis me esperó en el aeropuerto. Es una noche de lluvia, una mañana en el mercado, un apartamento —donde hemos vuelto y volveremos —en Croix-Rousse. Lyon es un personaje de una novela que aún no ha visto la luz, que se muere de soledad en un piso en Bellecour. Y es el libro de recetas, en nuestra cocina, que compramos en Les Filles à Maman. Es haber descubierto una versión nuestra que no conocíamos, un descanso entre guardias en el hospital, el regreso después de haber logrado dejarlas y un último paseo con Pilar.
Estas imágenes que os compartimos no son, ni de lejos, lo más significativo de la ciudad. Pero somos nosotros, todo lo que hemos cambiado y todo cuanto permanece, tal vez dormido, aún hoy, en nuestro corazón.


















