
Con los Alpes ocurre algo extraño. Uno camina a sus pies, los siente respirar, sabe que le están observando. Después se detiene, alza la vista y, por un instante, se olvida de todo: de repente parece posible creer en el mito germánico, un espíritu aéreo llamado Alp que habita allí, en los picos más altos.
Tal vez sea por la luz, la silueta que raya el cielo y arde en cada atardecer. O quizá sea la certidumbre de la edad, saber que hace 250 millones de años, ninguno de los macizos que hoy nos asombra existía.


Fue entonces, en el Triásico, cuando solo existía una enorme planicie, fruto de la erosión de una antigua montaña que, a causa del deshielo, el nivel del mar subió de forma brusca toda la región se sumergió. A aquel mar somero lo llamaron Mar Alpino.
Cincuenta millones de años después, cuando la corteza terrestre, es decir, la capa más superficial entre el suelo y el centro de la Tierra, se hizo más delgada y fragmentada, ese mar llegó a alcanzar los diez kilómetros de profundidad, más que el Océano Atlántico, y se convirtió en el Océano Alpino.
Se trata de un proceso de extensión, que duró hasta que, hace ciento diez millones de años, cuando la Placa Africana comenzó a acercarse a la Europea, el océano se empezó a cerrar. El proceso se completó hace treinta millones de años, por aquel entonces ya existían algunos picos.
La formación de lo que hoy en día vemos, comenzó en ese punto, el levantamiento de un conjunto de rocas desde el nivel del mar hasta casi los cinco mil metros. Tal vez treinta millones de años pueda parecerte una locura, pero el tiempo geológico se rige por un reloj distinto. Cuestión de perspectiva, ¡en realidad es un periodo muy corto!
La gracia es que, a día de hoy, aún puedes encontrar fósiles marinos en las cumbres más altas de los Alpes.

Pero ¿qué pasa ahora, en el siglo XXI? Pues de momento seguimos en etapa de formación, es decir, que los Alpes están vivos de verdad, y son cada vez más altos.
La Placa Africana continúa acercándose a la Placa Eurasiática, y algún día logrará cerrar el Mar Mediterráneo. Esto hará, de las montañas que tanto nos han impresionado, un gigante aun más imponente

